Una enfermedad curable

Vivimos tiempos de angustia. Ya no sólo nos ataca el estrés, que nos era más o menos conocido, sino que también han llegado el llamado mobbing, el bullying, el coaching, la violencia juvenil, los traumas, las violaciones, los asesinatos, el maltrato, la pedofília, etc... y eso sin nombrar los atentados de toda índole. Elementos, todos ellos que, esperaban su momento para aparecer y lo han encontrado justo cuando se suponia que teníamos que estar relajados, ahora que no padecemos hambre ni guerra (ok, en otros lugares, sí) y que morirse antes de los 100 era morir joven. Han llegado para amargarnos nuestras existencias cuotidianas, nuestras pobres vidas, lo único que nos quedaba cuando supimos que eso del "cielo eterno" ya no estaba tan claro.

Aún y con ello, seguimos encontrando personas felices, inocentemente despreocupadas que viven alegremente como si nada estuviera pasando a su alrededor. Personas insensibles al dolor ajenos, que se levantan de buena mañana, optimistas y circulan el restod del día con una sonrisa y una brillantez característica en sus ojos (por la cuál se les podría reconocer fácilmente).

No pasa nada... Sólo necesitan ayuda. La felicidad es una enfermedad que se puede curar si se coge a tiempo. El primer paso (y más importante) es que la persona feliz, reconozca su patología pues, la mayoría de ellos, no pueden o no quieren. La ayuda de todos será fundamental para hacer que tomen conciéncia. Un buen tratamiento con los profesionales (psicólogos, psiquiátras, naturistas...) y la medicación adecuada, hará el resto.

Si todo va bien, pasado un tiempo, la persona comenzará a notar los primeros síntomas de mejora. Un día, se mirará al espejo y se dará cuenta de que estaría más guapo/a si se adelgazara. Le preocupará la hipotética caída del cabello, tener los dientes blancos, vestirse a la última, buscar o encontrar pareja, hacer deporte y una dieta sana. Estos serán las primeras señales que nos indiquen que, una persona, ha empezado a conectar con la realidad.
Después vendrá el apuntarse a un gym, cambiarse de coche, hacerse revisiones periódicas de las partes del cuerpo que no le hacen daño (y animar al resto de la família a que también lo haga), tomar complejos vitamínicos durante el día, pastillas para las noches, hipotecarse la vida con un piso, redecorar su vida, contratar un par o tres de seguros privados, gastar más de lo que tiene y decir que sí a todo lo que los hijos le pidan (en caso de tener, claro). Con eso, veremos que el enfermo ya está del todo recuperado.

Tenemos que ser optimistas, pues un mayor número de nosotros, cada día, ya actuamos así... y para los que todavía no lo hacen: nuestra constante y desinteresada ayuda.



Retrato de un cuerdo alocado aconsejando a un loco demasiado cuerdo

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