Al olvido... invito yo

Siempre he escuchado aquello de que "hay que saber valorar y quererse a uno mismo", pero pocos, por no decir nadie, son los que consiguen exhibirlo ante los demás, bien sea por el miedo al rechazo o al qué dirán.

Yo creo que soy una de esas personas que nunca sabría definirse sin mostrar una caricatura de sí misma... total, cada persona tiene su talento, un don, una gracia o una desgracia... Así pues, no será peor que sean los demás los que valoren tus quehaceres? No serán ellos los que cometan mis equivocaciones, pero sí serán los que juzguen y critiquen mis actos, como en su día los aplaudieron. Qué mejor crítico que uno mismo?! Pero tanto para glorificarse como para tacharse de algo.

Basándome en esto, es ahora cuando me doy cuenta de muchas cosas... Siempre he sabido, a ciegas, que algo estaba pasando, que en algo me estaba equivocando y que, las cosas sucesivas, cambiarían mi persona, me harían crecer, quizás de una forma inadecuada e inoportuna por la cual, en algún tiempo, ya superé bajadas y subidas, y que hoy esos fantasmas del pasado vuelven a resurgir entre sombras, de puntillas, sigilosas, y todos aquellos intentos por superar turbulencias fueron en vano. En vez de cicatrizar las heridas, lo único que hago es convertirlas en una yaga, en algo que hiere cada vez que se dejan ver los recuerdos, porque los seres humanos tenemos esa gran virtud de hacer, de todas las desgracias, una gran hecatombe y no dejar que se recuperen con el tiempo... ese dichoso tiempo que hace eternos los segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años...

De vez en cuando, intento disimular y hago ver que no importa, que son cosas que pueden pasar, que me resbala cada comentario y cada vez que se hacen de notar con sus provocaciones. Me disfrazo con mi mejor sonrisa y hago ver que todo va bien, evitando preocupar a nadie y dejando que otros crean en su victoria... me he aprendido bien ese papel... Siempre con mi nariz de payasa, guardada en cualquier bolsillo, dispuesta a salir airosa en los peores momentos, en las malas rachas, pero al cerrar la puerta y quedarme conmigo a solas, descubro que, todos los intentos por ser feliz, son castillos en el aire y es que, al igual que la muerte es algo que no se puede digerir con facilidad y nos pilla desprevenidos, ese "algo" que se crea en el aire, no se puede mantener, ni por muchos planes de futuro que haya, ni por mucho pasado que se encuentre detrás...

Toda esa vida va muriendo poco a poco en el presente, y como si de una desconocida se tratara, se aleja de nosotros, extraña e inalcanzable, como si ahora el significado de toda ella se fuera descifrando delante de mí, sin codificación alguna, pudiendo ver perfectamente el final casi improvisado...

Y como decía no sé quién… PUEDE QUE ME DES EL TRAGO MÁS AMARGO, PERO LLÉVATE TU LÁSTIMA DE MI CALLEJÓN QUE, AL OLVIDO, INVITO YO.

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