Están en todas las fiestas...

Están en todas, incluso diría que aún faltan unos cuantos más por nombrar, pero son de los que nunca fallan, a los que solemos ver en todo tipo de eventos o fiestas... y es que ha llegado el gran día, ese en el que las recargadas paredes de la iglesia son un preludio a los acontecimientos súbitos de este gran día y, en el peor de los casos, algún daiquiri fluorescente que se bebe el pomposo capullo que cree estar en un carnaval.

Es por eso que, para mí, las fiestas de casamiento siempre fueron la quinta esencia del cirujeo visual y, como no bailo, no me saco fotos y no participo en ritos grotescos (ni ligas, ni pastel, ni ramo), me puedo dedicar puntillosamente a la mofa descarada y al prejuicio más cruel. Después de todo, no es mi culpa si la pista se llena de monos sofocados con estribillos de Paulina Rubio o viejas papeloneras bailando con la versión extendida de ‘Los Pajaritos’.

Por ejemplo, la novia marioneta (de contextura pequeña y rasgos, en su rostro, dulces), pasa toda su fiesta posando, saludando familiares lejanos y corriendo de un lugar a otro, arrastrada por su marido y su madre, y aunque siempre ha soñado con una torre de pasteles de dulce de leche y un vestido con rosas de tul (las carcajadas de su suegra la hicieron sentir tan pequeña y vulgar, que terminó eligiendo una crema de trufa de chocolates y el lánguido vestido de camisón).

La novia, por el contrario, conduce un ejército de cuñadas y amigas entrenadas para ejecutar sus mandatos nupciales. Elige sola toda la lista de regalos, la de invitados, se pone en contacto con el restaurante pertinente para hacer las reservas, termina con los últimos detalles de la iglesia e incluso, compone la música de la ceremonia y edita el discurso que le ofrecerá a su marido para sacarle el subtexto castrador. Cuando llega la ceremonia, la novia tiene pensados hasta los nombres de sus nietos, y camina hacia el altar como una elegante felina satisfecha, con la mirada fija en su novio, que todavía ignora que será aplastado por la amazónica bota de su prometida en cuanto suban al taxi que los llevará al aeropuerto.

No nos olvidemos de otros grandes personajes y muy comunes: las amigas de la novia. Un enjambre de histéricas que bailan toda la noche alrededor de la homenajeada, y la siguen en grupo, como un equipo de fútbol femenino detrás de la pelota. En general, van acompañadas de un monigote, de corbata chillona, que consiguieron en el trabajo... o esto, o van solas para poder bailar sudadas, levantándose la melena y acariciándose la cadera, para excitar a primitos adolescentes que las miran desde la mesa.

La vieja impostada es una tía absolutamente insoportable y malhumorada, que está tan conmovida y movilizada, que circula borracha de buen humor pregonando de mesa en mesa qué importante es la familia y la sangre, la salud de los mayores, estar todos juntos, y recordar al abuelo que murió.

La prima de la novia que tiene 16 años, y siempre es difícil ubicarla en una mesa: ya está demasiado grande para sentarse con los niños, pero todavía es una inmadura creída y ridícula para sentarse con los de veinte. Tiene zapatos de tacón de aguja, brillo de labios, y un vestido aniñado que querría hacer jirones, y aunque tiene ganas de bailar, se conforma con moverse un poco al borde de la pista, buscando con la mirada al primo mayor de quien está fervientemente enamorada, pero con quien jamás hablará, debido a la constante presencia de las primas de ocho y seis años, que la siguen sin piedad por todo el salón.

Y por ahí asoma una cabeza por encima del resto; baila una mujer que, de alguna manera, se siente hermosa y eclipsa a todos los centros de mesa del salón. Mientras todas tienen un prolijo brushing o un simpático rodetito con hebillitas, ella sacude su dorada melena l´Oreal como una hipnotizante capa de torero, como si fuera un holograma, una aparición divina, una estatua de cartón de una publicidad de perfume Dior.

Por último, también está la moza caza-marido, la vieja en estado vegetativo que cree que todos son sus nietos, la suegra desquiciada, la amiga poco agraciada físicamente, la novia de un primo que nadie conoce cubierta con una hoja de parra, la madre primeriza que se va a las 12'30h., las dos tías que no se hablan, la atea que se ríe en la iglesia, y la esposa calladita y delicada del hermano mayor.

A veces pienso que, aunque los solteros no lo sepamos, todos estos personajes son un servicio más, como el catering o el fotógrafo, y que justamente por ese motivo, están en todas las fiestas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Trucos baratos...

"La oración de la rana" de Anthony de Mello

Citas ke tengo muy presentes